Algo sobre mí

16 de mayo de 2012

Soy alguien del montón, experta en nada, me apasiona lo que hago; no preciso, porque sea lo que sea lo que haga, cuando empiezo algo lo hago a tope.

Quisiera precisar que lo que escriba aquí no es más que mi propia experiencia y no son consejos ni indicaciones que se deban seguir. Cuando se tienen problemas de salud, aunque sea una alergia o una intolerancia alimentaria se debe consultar a un médico.

El cuento de nunca acabar

Erase una vez, cuando era muy pequeña iba a la vaquería por leche fresca, desayunaba leche de vaca recién ordeñada que mi madre hervía en un puchero. Tazones de leche con «sopas» habré tomado varios miles. Mi dieta durante años contenía yogures, quesos, pasteles de nata, de crema, flanes, arroz con leche, y no te digo helados…  Por supueso, café con leche o cortado… Mi merienda favorita al llegar del «cole» era pan con mantequilla, azúcar y avellanas, o dos galletas María con mantequilla en medio, uuhhmm!

Llevo más de 20 años viviendo fuera de España, en donde hablar de la dieta mediterránea está muy buen visto pero se practica poco. Así que no se sabe cómo ni por qué, aunque tengo mis sospechas, hace unos  ocho años empecé a sentirme mal seis horas después de comer. Al principio no hice caso, pero como el problema iba a más, decidí ir suprimiendo algunos alimentos a ver si se arreglaba. Descubrí que el problema eran los lácteos. Tardé más de un año en tomar conciencia, en quererme creer que lo que tenía ¡qué horror! era  intolerancia a la lactosa.

Drama ¿Y ahora qué voy a comer?

Empecé a remplazar la leche de vaca por la de soja y me puse peor. Resultó que, al mismo tiempo, era también alérgica a la soja.

Terrible problema para alguien como yo que se pasa la vida fuera de casa, sobre todo por países donde no saben cocinar si no le añaden a cualquier cosa «un lingotazo» de nata, queso, mantequilla o crema incluso a las ensaladas, y a traición porque ni te preguntan ¿con o sin salsa?

No sé si es porque tardé tanto en querer darme cuenta pero mi intolerancia es total, con sólo unas trazas ya me pongo mala.
Así que soy un as leyendo etiquetas porque derivados lácteos hay por todas partes en la industria alimentaria.

He pasado por todo, no comer fuera, privarme de muchísimas cosas que me chiflan, comer a sabiendas que acabaré mal. Lo peor es que mi vida social ha cambiado. Ir a un restaurante es un riesgo consentido que me puedo permitir muy pocas veces.

Estoy mejor porque he cambiado mi forma de comer y me privo de muchas cosas. Ahora al menos no sufro y asumo lo que me pasa, porque esto no se cura.

Lo peor ya pasó y he aprendido a disfrutar de nuevo comiendo, sobre todo cocinando. Me atrevo con casi todo, adaptando los ingredientes a mis limitaciones y funciona.

Mi restaurante favorito MI CASA.

Deja un comentario