La habilidad del cocinero español Ferrán Adrià sobrepasa a los meros fogones para prologarse en arte, imagen y actividad empresarial. Adriá ha convertido al Bulli en un pabellón más de la Documenta de Kassel.
La cocina del Bulli como arte
Tenía una difícil papeleta Adrià a la hora de responder al reto de Roger M. Buergel, director de ‘Documenta’. Se especulaba en los medios artísticos y mediáticos sobre la performance que desarrollaría en la que es considerada la feria de arte contemporáneo más importante e influyente del mundo. Cualquier propuesta o puesta en escena corría el riesgo de ser duramente contestada o extravagantemente aplaudida y, en todo caso, dificilmente comprendida o aceptada.
La peligrosa ortodoxia del arte moderno -capaz de extenderse por los vericuetos más insospechados- es también mordaz y destructiva. Pese a la reelevancia de la invitación, su resolución era para Adriá un dardo bastante envenenado…
Un año ha durado la expectación para concluir en una hábil y sabia decisión. Adrià senteció: “Mi acción es El Bulli». Una decisión conservadora y coherente. Conciliadora y hábil. En lugar de trasladar su obra a Kassel, Kassel viajaría al ‘El Bulli’. Ningún montaje, ninguna proyección o performance: el Bulli.
El mundo del arte ha aceptado la gastronomía como una forma de expresión artística. Pero es quizá el mundo de la cocina el que más reconocido debe estar a Adriá. Es la profesión la que se ha convertido en arte.