EL PINOT NOIR MIRA AL SUR

18 de julio de 2010
Nota de Revista del Campo, El Mercurio, Santiago.
Un puñado de emprendedores está apostando al sur de Chile como zona productora de pinot noir de alta calidad. Los suelos y el clima entre Biobío y Osorno atraen a empresarios que están invirtiendo para elaborar vinos de alto precio. La dificultad es la escasa experiencia en la producción de esta cepa en la zona, pero hay resultados muy prometedores. .
Pino radiata, molduras, paneles de madera. La vida de los hermanos Porte es el negocio forestal. Desde que llegaron de Francia en 1978, Christian y Olivier trabajaron duro para levantar Madexpo. Y han tenido éxito, desde su sede en Osorno industrializan anualmente más de 300 hectáreas de bosques en las regiones de Los Ríos y Los Lagos.
Hasta ese punto, la de los Porte podría ser la típica historia de éxito de emprendedores sureños. Después de todo, los principales rubros australes son el forestal, el trigo y la leche.
Sin embargo, la sangre gala terminó por pasarles la cuenta el año pasado. Luego de varias temporadas de experimentos, que sólo conocían sus familiares y amigos más directos, dieron un golpe a la cátedra en la agricultura de la provincia de Osorno.
En su campo a orillas del río Bueno, entre Trumao y Quilacahuín, plantaron casi tres hectáreas con parras de pinot noir en 2009.
Las plantas, colocadas en una fuerte pendiente con exposición norte, no sólo desafían la lógica sureña sino que también la del negocio viñatero. Las parras están en una zona tan sui generis, que no hay una apelación geográfica específica para ellas. De hecho, la mayor parte del pinot noir chileno se encuentra en los valles costeros de Casablanca y Leyda, más de 800 kilómetros al norte.
Provenientes del pueblo de Gien, en la región de Loire, a un centenar de kilómetros de la Borgoña, el epicentro mundial del pinot noir, Christian y Olivier, traían en su ADN el cariño por la delicada cepa tinta. Sin conocimientos de viticultura ni enología, en 2001 hicieron un ensayo con 300 plantas en el campo a orillas del río Bueno. Los hermanos sólo querían sacar un vino para el consumo familiar. Después de todo, el paisaje osornino tenía similitudes con el borgoñón. Sin embargo, cometieron todos los errores posibles, desde la forma de podar hasta como procesar la escasa uva que lograban obtener. Así estaban hasta que un amigo en común les presentó a Louis-Antoine Luyt, el viñatero detrás de Clos Ouvert. Luyt vinificó las uvas de los Porte de la vendimia 2008. Por primera vez manos expertas se hacían cargo de ellas. El resultado llamó la atención de Luyt y les hizo ver que tenían un diamante en bruto. Con esa bendición, plantaron las tres hectáreas de pinot noir el año pasado.
«Por la zona en que estamos ubicados contamos con la posibilidad de tener un pinot noir con una mejor expresión de fruta y con menos alcohol», explica Christian Porte. Su proyección es que en cuatro años más, las primeras botellas de pinot osornino saldrán al mercado.
Lo interesante es que no se trata de la locura de un par de franceses que extrañan su terruño. Un puñado de emprendedores está apostando al sur de Chile como zona productora de pinot noir de alta calidad.
Nicolas Potel, una de las estrellas emergentes de la Borgoña, lanzó un joint venture con Viñedos Córpora, de propiedad de Pedro Ibáñez, para vinificar bajo su propio nombre algunos lotes de los pinot noir que la compañía tiene en Negrete, en la frontera entre las regiones del Biobío y La Araucanía.
En tanto, Felipe de Solminihac ya da que hablar con el lanzamiento de su Sol de Sol pinot noir 2008. El vino salió al mercado recién en marzo y proviene del mismo campo de Traiguén, en plena Araucanía, del que proviene su célebre chardonnay, uno de los mejores de Chile.
Hace seis años, Miles, el personaje interpretado por Paul Giamatti, declaraba su amor por el pinot noir en la película «Entrecopas». El filme generó un impacto inédito a nivel mundial. Consumidores que nunca se había tomado la molestia de probar la cepa, corrieron a comprar una botella. De cuerpo liviano, sutil y color claro, los vinos de esa cepa se transformaron en la moda de los últimos años.
El efecto «Entrecopas» también se sintió en Chile. Casablanca y Leyda, valles influenciados por el Pacífico y, por ende, por la gélida corriente de Humboldt, han visto dispararse las hectáreas plantadas con pinot noir. Aun más, a nivel industrial, como variedad es una de las que alcanzan precios más caros. La alta demanda, sumada a la dificultad para producirla, explica su alto valor.
Sin embargo, a diferencia de los resultados con variedades de fuerte crecimiento en superficie, como el syrah o el sauvignon blanc, la industria vitivinícola chilena, en términos generales, tiene serias dificultades para tomarle el pulso al pinot noir. Preocupados de esa situación, grupos de enólogos incluso han organizado seminarios para tratar el tema.
Más allá de replantearse el manejo de las parras, el efecto de los distintos clones y las prácticas al interior de la bodega, hay quienes creen que también hay que examinar la latitud en busca de calidad. Ahí entran a tallar las zonas más australes.
«Lo que me parece interesante del sur es que es posible encontrar una alta nubosidad en períodos claves para el pinot noir: en diciembre y a partir de marzo, cuando las bayas maduran. Ese fenómeno permite que la madurez primaria, es decir, la de la pulpa, que aporta el azúcar y la acidez, y la secundaria, que ocurre en la pepa y el hollejo, corran en forma paralela. El resultado debería ser vinos sutiles y equilibrados», afirma Pedro Parra, doctor en Terroir.
Las palabras de Parra no son al voleo. Junto a los enólogos Francisco Massoc y Francisco Leyton, a fines de julio comenzará a plantar 6,5 hectáreas de pinot noir en Traiguén en su primer emprendimiento viñatero propio. «Me despierto y duermo pensando en ese proyecto», reconoce Parra. En 2011, los tres socios darán un salto aun mayor con la plantación de otras 15 hectáreas de esa variedad en las cercanías de Capitán Pastene, también en la Región de la Araucanía.
«En el último tiempo hay mucho interés. Varias personas están a la expectativa de cómo les va a estos proyectos para lanzarse también», afirma Oriana Soto, viticultora de Sol de Sol y asesora de varios ensayos con pinot noir en Traiguén y Angol.
Para Pedro Parra, la marcha del pinot noir al sur de Chile es un espejo de la evolución productiva en EE.UU. El paso inicial fue plantar en Carneros, la parte más fría del valle de Napa. Para buscar vinos más equilibrados, la producción se fue moviendo tanto hacia Oregón, al norte, como acercándose más al mar, a unos 8 km del Pacífico, la zona conocida como «Real Coast», en busca de temperaturas más bajas y con mayor nubosidad
Lo que falta
El potencial de la zona sur tiene un contrapeso poderoso. La experiencia vitícola es escasa. Mientras que en Casablanca las variables productivas son ampliamente conocidas, en el sur, excepto las experiencias de Córpora en Biobío y Sol de Sol en Traiguén, poco o nada se conoce. Preguntas básicas como qué tipo de suelo y exposición dan mejores vinos, qué densidad de parras por hectárea hay que plantar no tienen respuesta.
Carlos Carrasco, viticultor de Córpora, advierte que, entre otros detalles, es importante tener clara la acidez del suelo y la cantidad de magnesio, pues altos niveles de ese elemento están asociados a una baja presencia de potasio y a una disminución de la producción por parra.
En tanto, Felipe de Solminihac advierte que la zona más cercana a la cordillera es más susceptible a las heladas, por lo que debería evitarse.
«Este año he vinificado uva de pequeños productores de La Araucanía y los resultados son prometedores. Chile puede lograr pinot noir de talla mundial en el sur. Sin embargo, vamos a necesitar algunos años para tomarle el pulso a la zona», afirma Francisco Massoc.
El tiempo dirá si Capitán Pastene, Traiguén u Osorno serán la Borgoña del sur del mundo.
Potel, el iconoclasta
Nicolas Potel se resiste a las clasificaciones. Por un lado, es heredero de una sólida tradición viñatera; Gerard, su padre, dirigió Domaine Pousse d’Or, una de las viñas más reputadas de Borgoña, hasta su muerte en 1997. También es un iconoclasta, que terminó vendimiando en Australia y Estados Unidos. Por otro lado, es una de las jóvenes promesas borgoñesas. Los precios de sus botellas así lo reflejan, con valores que van entre los 30 mil y 100 mil pesos. Luego de algunos desencuentros con antiguos socios decidió crear en 2005 Domaine de Bellene, su propia compañía.
A pesar de su promisoria carrera en Borgoña, Potel decidió aceptar la invitación de su amigo Pascal Marchand, enólogo jefe de Corpora, para sacar un pinot noir de los viñedos de la empresa en Negrete, VIII Región. Los medios especializados recogieron la información de que Potel iba a sacar botellas con su propio nombre. La noticia puso al sur chileno en el mapa mundial del pinot.
«Pienso que el clima frío del Biobío es muy bueno para el pinot, además, el suelo arcilloso es interesante y entrega complejidad al estilo de los vinos. Creo que los mejores lugares aún no están plantados y que hay otros excelentes por explotar. En este momento, estoy muy contento con Negrete, que nos permitirá hacer vinos muy ricos y con mucha fruta», afirma Potel.
Sobre la posibilidad de que pueda arriesgar su prestigio al poner su nombre en vinos de una zona del mundo cuasi desconocida en cuanto a pinot noir de calidad, Potel es enfático en su respuesta.
«Tengo una oportunidad de ser parte de los primeros colonizadores de esta región lo que me gusta mucho y voy a trabajar duro para hacer buenos vinos en Chile y darle mayor peso a mi reputación», remata Potel.
Ricardo Brizuela
Diario del Vino.
Argentina.

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