Una nueva investigación realizada en Londres indica que a los niños portadores del primer gen relacionado claramente con la obesidad les resulta más difícil que al resto saber cuándo están llenos.
Los investigadores estudiaron a más de 3.000 niños para ver si el gen FTO influye en la capacidad de quemar calorías o sobre el apetito y observaron que los niños con copias de la variante más peligrosa del gen eran menos propensos a perder el apetito cuando supuestamente deberían estar llenos.
El FTO es el primer gen que ha sido relacionado con la obesidad en las poblaciones de raza blanca.
Estudios previos han indicado que los adultos con copias de la versión más peligrosa del gen pesan una media de 3kg más y los que son portadores de una copia normal pesan una media de 1,5kg más que los que carecen del gen.
Los investigadores del University College London y el Instituto de Psiquiatría del King’s College London pretendían averiguar más sobre el modo de funcionamiento del gen. Para ello, comprobaron si los niños de edades comprendidas entre los 8 y los 11 años con la variante más peligrosa del gen tenían el apetito alterado midiendo su altura, peso y circunferencia y mediante un cuestionario en el que preguntaban a los padres acerca de los hábitos alimentarios de sus hijos.
Durante el estudio, publicado en la revista Journal of Clinical Endocrinology & Metabolism, los investigadores observaron que los niños con la versión más peligrosa del gen tendían a comer en exceso y fallaban a la hora de reconocer cuándo estaban llenos.
El efecto del gen sobre el apetito fue el mismo independientemente de la edad, el sexo, el nivel socioeconómico y el índice de masa corporal de cada niño.
Según la investigadora principal, la profesora Jane Wardle: «No es simplemente que la gente que sea portadora de la variante más peligrosa de este gen vaya a padecer automáticamente de sobrepeso, pero son más propensos a comer en exceso» y «esto hace que sean mucho más vulnerables a la vida moderna que hace que nos enfrentemos con unos enormes tamaños de porciones e ilimitadas oportunidades para comer».
No obstante, Wardle destacó que el efecto del gen aislado era relativamente pequeño, por lo que lo más probable es que muchos genes contribuyan a la obesidad y el apetito, haciendo cada uno de ellos su pequeña aportación, pero dando lugar a un efecto importante en conjunto.
Fuente: BBC Health