Según un artículo publicado esta semana en Foxnews.com, un equipo de científicos internacionales ha empezado una serie de pruebas para comprobar si los aceites de pescado pueden prevenir una enfermedad que ataca silenciosamente bajo los diminutos párpados de los bebés prematuros.
El estudio forma parte de una investigación sobre tres compuestos aparentemente relacionados con la salud ocular y que los bebés prematuros no llegan a absorber de sus madres. «Intentamos imitar lo que sucede en el útero», explica la Dra. Lois Smith, oftalmóloga del Children’s Hospital Boston que dirige el trabajo. «En lugar de administrar fármacos, estamos haciendo un tratamiento de sustitución».
El objetivo es prevenir la enfermedad llamada retinopatía de la prematuridad o ROP, porque una vez desarrollada no hay modo de garantizar que no se pierda la visión. La terapia láser disminuye la posibilidad de ceguera, pero no la elimina totalmente y aunque muchos bebés no se quedan ciegos, sufren graves daños.
Sin embargo, no es solo un problema de los bebés prematuros. El mismo crecimiento anormal de los vasos sanguíneos que subyace tras la ROP, dispara también el desarrollo de dos de las principales causas de ceguera en adultos: la retinopatía diabética y la degeneración macular por envejecimiento. De ahí que los científicos ya estén estudiando si estos ácidos grasos omega-3 (los mismos recomendados para la salud coronaria) podrían proteger también los ojos de los adultos.
¿Pero qué relación hay entre los omega-3 y la enfermedad? Esta enfermedad destruye la retina, la capa más interna del ojo, que alberga un porcentaje más elevado de ciertas grasas que otros órganos. Además, la composición de la retina varía con la dieta, es decir, si una persona come mucho salmón, rico en omega-3, este tipo de ácidos grasos predominará en su retina; si, por el contrario, come mayoritariamente hamburguesas, en la retina predominarán los ácidos grasos omega-6.
Las madres pasan ácidos grasos omega-3 a sus hijos antes de nacer, especialmente durante el tercer trimestre de embarazo, que es cuando los ojos se desarrollan con mayor rapidez. Los bebés prematuros no solo no reciben parte o la totalidad de esta transferencia, sino que además, los omega-3 tampoco están incluidos en la alimentación intravenosa que muchos de ellos requieren.
Smith y sus colegas, de Harvard y del National Eye Institute, dañaron las retinas de ratones de modo similar a la enfermedad y, a continuación, les dieron distintos alimentos: la mitad siguieron una versión para ratones de la típica dieta occidental, rica en omega-6 y baja en omega-3; y la otra mitad siguieron el equivalente a una dieta japonesa, con un contenido en omega-3 un 2% más elevado.
Este simple cambio redujo a la mitad la enfermedad de la retina entre los ratones con la dieta rica en omega-3, según informó Smith el mes pasado en la revista Nature Medicine. Los omega-3 no solo evitaron la formación de vasos sanguíneos defectuosos, sino que ayudaron a crecer a los normales.
Ahora, Smith está a punto de iniciar un estudio con bebés prematuros en su hospital en Boston para comprobar si la adición de omega-3 a su alimentación intravenosa reduce el riesgo de daño ocular.
Hace tiempo que se sabe que los ácidos omega-3 son importantes para el desarrollo del cerebro en los bebés recién nacidos, de ahí que se hayan incorporado a la leche y papillas para bebés. En Alemania hay también una versión de alimentación intravenosa para bebés prematuros rica en omega-3, pero no ha llegado a Norteamérica, señala el Dr. Sylvain Chemtob, especialista en ROP del Sainte-Justine University Health Centre de Montreal. «Tiene sentido desde el punto de vista biológico», afirma.
Fuente: Fox News