Tomates modificados que combaten enfermedades
Según un artículo publicado el 29 de junio de 2006 en la revista NewScientist (nº 2558, pág. 20), un grupo de científicos ha desarrollado unos tomates, modificados genéticamente, que contienen una vacuna comestible pensada para hacer frente a dos de los virus más letales del mundo: el VIH y el VHB (virus de la Hepatitis B).
El objetivo es crear vacunas asequibles para ambos virus que se puedan cultivar y procesar fácilmente en los países más necesitados. Hasta ahora, ninguna de las cerca de 90 vacunas posibles que existen para el VIH ha demostrado ser efectiva y, la que hay para el VHB es demasiado cara para que la puedan utilizar los países pobres.
Rurik Salyaev, del Siberian Institute of Plant Physiology and Biochemistry de Irkutsk, Russia, y sus colegas, utilizaron la bacteria Agrobacterium tumefaciens para trasladar a las plantas de tomate una combinación sintética de fragmentos de ADN de VIH y VHB, entre los que se incluían fragmentos de genes de varias proteínas del VIH y el gen de la proteína HBsAg del VHB, llamada antígeno de superficie de la Hepatitis B.
De este modo, las plantas de tomate fabrican las proteínas y, al igual que sucede con la vacuna oral de la polio, cuando se ingieren los tomates, las proteínas pasan al cuerpo y hacen que éste cree anticuerpos contra los virus.
Los tomates se probaron en roedores, dándoles a ingerir una solución que contenía los tomates en polvo y todos ellos desarrollaron niveles elevados de anticuerpos en sangre para ambos virus. Los investigadores también encontraron anticuerpos en las superficies mucosas, algo muy importante, dado que ambos virus pueden acceder al cuerpo por ellas a través del contacto sexual.
El director del equipo, Sergei Shchelkunov, del Instituto Vector de Rusia ubicado en Koltsovo, presentó los resultados del estudio en un encuentro de la Sociedad Internacional de Enfermedades Infecciosas (ISID) que tuvo lugar el mes pasado en Lisboa, Portugal.
Si la vacuna funciona en humanos se podría administrar en tabletas para controlar la cantidad de proteína que reciben. “No sería necesario refrigerar la vacuna, ni inyectarla por medio agujas; dos grandes ventajas en los países pobres”, afirma Rose Hammond, del Servicio de Investigación Agrícola del Departamento de Agricultura de los EEUU establecido en Beltsville, Maryland, que colabora con los investigadores rusos. «Además, si la vacuna oral funcionara, probablemente sería más barata y más fácil de elaborar y de administrar”, añade Pat Fast, de la International AIDS Vaccine Initiative de Nueva York.
Fuente: New Scientist
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