La mayoría de la gente consume demasiada sal, pero según este artículo publicado en ScienceDaily, un investigador de la Universidad de Iowa (UI) ha descubierto un posible motivo por el que nos gusta tanto: podría ponernos de mejor humor.
El psicólogo de la UI, Kim Johnson, y sus colegas, observaron en su investigación que cuando a las ratas les falta cloruro de sodio, sal de mesa común, rehúyen actividades con las que normalmente disfrutan, como beber una sustancia dulce o pulsar una barra que estimula una sensación placentera en sus cerebros.
«La cosas que normalmente serían placenteras para las ratas no producían el mismo grado de deseo, lo que nos lleva a pensar que una deficiencia de sal y del ansia asociada a ella puede inducir uno de los síntomas clave asociados con la depresión», señaló Johnson.
Los investigadores de la UI no pueden afirmar que sea una verdadera depresión porque hay varios factores de criterio implicados en un diagnóstico como este, pero una pérdida de placer en actividades que normalmente son placenteras es una de las características más importantes de la depresión psicológica. Y la idea de que la sal es una sustancia que mejora el humor de forma podría ayudar a explicar por qué nos sentimos tan tentados a tomar más de la cuenta, a pesar de saber que contribuye a padecer de tensión arterial elevada, cardiopatía y otros problemas de salud.
Investigaciones anteriores indican que la media mundial de consumo de sal por individuo es de unos 10 gramos al día, una cantidad muy superior a la recomendada por la FDA (Food and Drug Administration) en los EEUU, que es de unos 4g, y puede exceder lo que el cuerpo realmente necesita en más de 8g.
Johnson publicó una reseña de su descubrimiento en el ejemplar d ejulio de la revista Physiology & Behavior, con Michael J. Morris y Elisa S. Na, estudiantes de postgrado de la UI. Además de informar acerca de sus propios resultados, los investigadores examinaron también las investigaciones de otros sobre los motivos de nuestro apetito de sal.
Los animales como nosotros estamos equipados con un sistema de gusto diseñado para detectar la sal y un cerebro que recuerda la localización de las fuentes de sal. Un mecanismo de placer se activa en el cerebro al consumir sal. Según esto, el cuerpo necesita sal y sabe como encontrarla y cómo conservarla, pero los científicos, hoy en día, están descubriendo pruebas de que es una sustancia aditiva, casi como una droga.
Un signo de adición es consumir una sustancia incluso cuando se sabe que es dañina. A muchos pacientes se les manda reducir la ingesta de sodio por problemas de salud, pero les cuesta seguir la indicación médica, porque les gusta el sabor y no les gustan los alimentos bajos en sodio.
Otro marcado aspecto de la adición es el desarrollo de un deseo intenso cuando se reduce la droga. Los experimentos de Johnson y sus colegas indican cambios similares en la actividad cerebral cuando se expone a las ratas a una deficiencia de drogas o de sal.
«Esto sugiere que la necesidad y las ansias de sal podrían estar asociadas a la misma vía neural que las relacionadas con la adicción y el abuso de drogas», señaló Johnson.