A los que están planificando una cena romántica para la noche de San Valentín les puede venir bien conocer los restaurantes más románticos del mundo según Concierge.
- La Zebra, Tulum, México: Menos hippie y más chic que otras cantinas similares junto a la playa, a lo largo de este tramo de la Riviera Maya. El menú gira en torno a un solo elemento: el fuego. En él se puede degustar un entrante de sopa picante basado en productos del mar y denominado «piedra de fuego», que recibe su nombre de la piedra al rojo vivo que se agrega para hacer que hierva a fuego lento. Y los platos más suculentos, como el cordero marinado en cerveza y cocinado a fuego lento, envuelto en hojas de plátano, que llegan directamente de la barbacoa de ladrillo.
- Le Tobsil, Marrakesh, Marruecos: Si se quiere experimentar una elaborada comida marroquí conocida como Diffa en un establecimiento pequeño y atractivo, en lugar de en una abarrotada trampa para turistas, este es lugar ideal. Le Tobsil tiene uno de los mejores menús de la medina, por lo que podemos prepararnos para un desfile de platos suculentos y sabrosos como el pollo cocinado a fuego lento con cebollas y tomates asados o una aromática pata de cordero hecho con ras al-hanout y cubierto con salsa de membrillo y canela.
- Sugar Mill Restaurant, Tortola, British Virgin Islands: Pequeño restaurante construido a partir de los restos de una central azucarera del siglo XVII. Sus propietarios sirven algunos de los platos más elegantes del Caribe. Ingredientes típicos de las Antillas como el camarón, el caracol y el cerdo combinados con chiles tailandeses, trufas blancas, wasabi y guindas.
- Eagle’s Eye, British Columbia, Canadá: Cuando se cena a 7.700 pies de altura, se pueden ver desde arriba las Montañas Rocosas. Y estar juntos sobre las nubes nos dejará sin aliento. Para encontrar los alimentos para sus sencillos menús de temporada, el chef Alain Soret recorre las provincias en busca de sus mejores ingredientes: el salmón coho de British Columbia, el hígado de pato de Québec, la carne de ternera de Alberta y el bisonte de las Montañas Rocosas.
- Atlas Club Nautika, Dubrovnik, Croacia: Con vistas a una cala aislada de las multitudes, podremos pedir mirando al mar. Nautika está especializado en platos de pescados y mariscos específicos de la costa dálmata, como la lubina con salsa de tinta de calamar o medallones de langosta al estilo Korčula (servidos con vegetales y cubiertos con aceite de oliva y vinagre de la zona).
- Huka Lodge Dining, Taupo, North Island, Nueva Zelanda: En este albergue, podremos tener nuestra propia bodega, terraza, sala de trofeos o ribera. El menú de cinco platos cambia cada noche, así que si la pesca con mosca o el puenting nos han abierto el apetito durante el día, encontraremos al menos un plato delicioso, como lomo de corzo con nabos glaseados con miel o cordero al horno con calabaza estofada.
- Wheatleigh, Lenox, Massachusetts: Mansión del siglo XIX reconvertida en hotel, con estilo de palacio (columnas grandes, jardines urbanos y vistas panorámicas de montaña) y personal europeo. El menú de degustación cuidadosamente orquestado cambia cada noche y podría incorporar sashimi de salmón Rey, cordero local y foie gras canadiense cubierto con jalea de vino y mermelada salada.
- Ambrosia, Santorini, Grecia: Esta pequeña casa cueva, tallada en los acantilados de Oia, es sin duda alguna pintoresca. Y si coincide que hay luna llena, el brillo vítreo que baña el mar es espectacular. El marisco proviene todos los días del mercado de Fira, pero si estamos hartos de pesca, el cordero estofado con salsa de romero es digno de un poema.
- Les Ambassadeurs, París, Francia: ¿Por qué no disfrutar de una comida extravagante en un templo de la alta cocina como éste? Jean-François Piège está considerado uno de los manipuladores de trufas más hábiles de la ciudad. Su ensalada de hierbas tiene seguidores de culto. Y la comida está coronada con un desfile de avíos de sobremesa (macarrones, chocolates, productos que desafían la gravedad, tisanas y, por supuesto, queso).
- Laguna de Bora Bora, Polinesia francesa: Con los bungalows sobre el agua más suntuosos de la región, un personal discreto y unas puestas de sol radiantes, el St. Regis ofrece un paraíso de felicidad. El Chef Romuald Feger traduce la visión de Jean-Georges mezclando los métodos clásicos franceses con toques asiáticos sin pretensiones: el pato a la naranja viene con tamarindo cristalizado; y el marlin rayado está bañado en un caldo de coco con hierba de limón.
- Ristorante Castello Banfi, Montalcino, Italia: Decadente hotel-bodega en lo alto de una colina, cuya fortaleza medieval de piedra data del 800. El comedor, situado en uno de los edificios «más nuevos» del siglo XVII, tiene sólo siete mesas, por lo que ofrece una experiencia increíblemente íntima. El advenedizo Guido Haverkock ha recibido una estrella Michelín por su exquisita cocina: risotto de trufa blanca con carne de cerdo; carrilleras estofadas con Brunello y espaguetis gruesos, hechos a mano en salsa de paloma y codorniz.
- Patagonia Sur, Buenos Aires, Argentina: Con sólo cinco mesas, esta lujosa casa restaurada redefine la intimidad en una ciudad conocida por sus repletos asadores y salones de tango. Su propietario, Francis Mallmann, es el chef-restaurador más estimado de Argentina. Su menú combina hábilmente ingredientes de los Andes (las papas se transforman en delicados ñoquis) con otros de las Pampas (costilla marmolada combinada con la clásica salsa chimichurri) hasta llegar a los del Atlántico Sur (pescados como el chernia, una variedad de carne blanca, se podrían servir con cerezas y aguacates). Fuente: Concierge