Aprende a elegir de forma adecuada una dieta para la intolerancia a la leche
La intolerancia a la lactosa o, lo que es lo mismo, la intolerancia a la proteína de la vaca es bastante común. Las personas con intolerancia a la lactosa no son capaces de digerir de forma normal y sin molestias o dolor de estómago la lactosa, debido al déficit de la enzima lactasa, necesaria para su digestión. Normalmente, esta intolerancia se detecta porque la persona empieza a detectar que «la leche me sienta mal».
Los signos y síntomas de la intolerancia a la lactosa a menudo aparecen en adultos, debido a que después de la lactancia la cantidad de lactasa empieza a disminuir de forma progresiva. En ese momento, cuando los lácteos empiezan a sentar mal y causar molestias como flatulencias, hinchazón o pesadez de estómago es necesario realizar la prueba de la lactosa y comenzar el tratamiento, que no es más que evitar los alimentos prohibidos en tu alimentación, que son los alimentos con lactosa.
Tratamiento nutricional para la intolerancia a la lactosa
El consumo de leche es beneficioso para la salud, sobre todo debido a que aporta calcio. La intolerancia a la lactosa puede aparecer en bebés, niños o en adultos, que deben tratarla aprendiendo a eliminar los lácteos de su dieta sin que esto suponga un riesgo para su salud, es decir, sustituyendo los lácteos de forma adecuada para evitar carencias nutricionales.
La ingesta de calcio es uno de los objetivos principales a tener en cuenta cuando se eliminan los lácteos de la dieta, pero no supone un problema, ya que se puede conseguir una dieta saludable y completa sin tomar lácteos. Además, a menudo no se tolera la leche o algunos lácteos en concreto, pero otros pueden comerse de forma normal. Por ejemplo, los yogures suelen ser mejor tolerados que la leche, por lo que cada persona deberá ir probando su tolerancia a cada producto lácteo para averiguar si necesita eliminar todos los lácteos de su alimentación o solo un tipo de lácteo.
Consejos para tratar la intolerancia a la lactosa:
1. No elimines todos los lácteos de tu dieta, elimina solo los que te sientan mal. Es común que haya personas que no toleran la leche pero que por ejemplo pueden comer sin problemas yogures o queso. No es necesario prohibir alimentos que no sientan mal, es una restricción innecesaria. La leche de vaca, leche de cabra, leche de oveja… así como la leche evaporada, condensada o en polvo contienen mayor cantidad de lactosa, mientras que los lácteos fermentados como los yogures o los quesos tienen menos lactosa y se suelen tolerar mejor.
2. Reparte del consumo de lácteos a lo largo del día. Consume lácteos en pequeñas cantidades a lo largo de todo el día. Las personas con intolerancia a la lactosa no suelen tolerar grandes cantidades de lactosa, pero en cambio no les ocurre nada por consumirla en cantidades pequeñas (por ejemplo, medio vaso de leche). Toma cantidades más pequeñas pero más veces.
3. Consume leche sin lactosa. La leche y otros lácteos sin lactosa es un buen sustituto de la leche, ya que te permite continuar con tus hábitos y no te sentará mal. Podrás seguir desayunando leche con cereales, café con leche, leche con galletas… pero no te sentará mal al no contener lactosa o la proteína de la leche. Además la leche sin lactosa también nos ayuda a conseguir el aporte de calcio necesario.
4. Lee el etiquetado nutricional de los alimentos que comes. Es importante leer la etiqueta de los alimentos. Por ejemplo, muchos productos precocinados pueden llevar nata o leche en polvo para cambiar su textura, por lo que pueden contener grandes cantidades de lactosa y sentar mal.
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