Carbohidratos buenos y carbohidratos malos.
En un artículo publicado en The New York Times, la nutricionista Susan Burke distingue entre carbohidratos complejos o refinados y los simples o sin refinar. «Por ejemplo, pensemos en una rebanada de pan [blanco] y otra de pan integral con semillas. Mientras la de pan integral contiene de forma natural diferentes tipos de vitaminas, minerales, micronutrientes y fibra, el pan blanco ha sido despojado de su forma natural, procesado y, posteriormente, vuelto a juntar para imitar al alimento real».
En realidad estamos tomando comida, no solo carbohidratos. Es la cantidad de carbohidratos y el modo en el que el cuerpo los procesa lo que marca la diferencia.
El consumo de carbohidratos antes y después de un ejercicio intenso, proporciona energía, evita el hambre y retarda la fatiga. Según Burke, los carbohidratos refinados se digieren y absorben con mucha rapidez, pasando enseguida al flujo sanguíneo en forma de glucosa. La glucosa es la que proporciona energía a los músculos y las células, pero si hay demasiada se almacena en las células adiposas. El mejor modo de evitar esto es procurar no tomar carbohidratos refinados.
La clave está en elegir bien, evitando los alimentos con muchas calorías y que apenas son nutritivos como la pasta, el arroz y los panes blancos refinados. En su lugar, conviene elegir las versiones integrales, más nutritivas y de elevada riqueza natural, que proporcionan energía y mantienen la línea.
Los carbohidratos buenos se pueden encontrar en los cereales de desayuno integrales, el pan integral, la fruta, los vegetales, el arroz integral, las gachas, la cebada, las judías, las lentejas y la batata.
Los no tan buenos se encuentran en los cereales de desayuno azucarados, en el pan blanco, los donuts, las galletas, los bizcochos, los refrescos con gas, las patatillas y patatas fritas, los pasteles y el sirope.
Fuente: The Guardian Eat Right