The Myth of Low-Calorie Dieting for Weight Loss Exposed
Cualquiera que haya intentado adelgazar habrá oído hablar de la fórmula tradicional: comer menos y hacer más ejercicio. El objetivo de esto es crear un déficit calórico, en el que el cuerpo utiliza más d ellos que toma. Se trata de obligar al cuerpo a quemar la grasa almacenada, pero para mucha gente, esta dieta baja en calorías acaba con ellos mucho antes de que se haya eliminado la grasa. Y no se debe a una falta de autocontrol o fuerza de voluntad; sucede porque los fundamentos de esta dieta baja en calorías están profundamente equivocados.
Para las personas que intentan adelgazar reduciendo calorías, la comida se convierte en el enemigo, en lugar de un medio para mejorar la salud. Las punzadas de hambre se convierten en una señal de éxito, en lugar de una señal de que el cuerpo se muere de hambre. Este tipo de realidad alterada –un mundo en el que elegimos pasar hambre para mantener un peso saludable– está contribuyendo las enfermedades y miserias modernas.
En realidad, nadie puede afirmar con seguridad qué cantidad de calorías es la adecuada para cada persona. Hay mucho factores que pueden influenciar el número de calorías que necesitamos, como la genética, el estilo de vida, nuestros hábitos de ejercicio, etc. Conviene observar que según la Organización Mundial de la Salud, la inanición se empieza a producir por debajo de 2.100 calorías al día, una cifra muy superior a las que gran parte de las personas que hacen dieta dan por hecho que necesitan.
Para evitar el desastre de las dietas bajas en calorías, debemos definir el término «bajo en calorías», ya que con el paso de los años ha ido adoptado diversos significados. No hace mucho, 1.200 calorías al día era la cifra estándar para hacer dieta y no era raro encontrar dietas de 800 calorías (900 calorías, dicho sea de paso, era dieta típica de los prisioneros en los campos de concentración durante la Segunda Guerra Mundial). Estas dietas extremadamente bajas en calorías todavía existen hoy en día, por lo que mucha gente recorta a 1.600 calorías al día, dando por hecho que no es una dieta baja en calorías. Es una ilusión. Si estamos ingiriendo menos de de lo que nuestro cuerpo necesita para funcionar a pleno rendimiento, entonces estamos siguiendo una dieta baja en calorías. Cuando comemos menos de lo que necesitamos, nuestro cuerpo lo percibe como señal de inanición. Es una simple respuesta biológica.
La idea de calorías entrantes frente a calorías consumidas es un completo mito. El cuerpo es mucho más complejo que eso. En nuestro cuerpo se realizan cientos de actividades en un momento dado y hace falta combustible para llevar a cabo esas funciones. Si nuestro cuerpo no recibe a través de la dieta los materiales que necesita, entonces, solo le queda otra opción: sacarlos de sí mismo. La mayoría de la gente da por hecho que el cuerpo solo va a utilizar la grasa almacenada, pero eso no es cierto. El cuerpo lo sacará también de los huesos y del tejido de los músculos y los órganos. Puede que perdamos parte de la grasa, pero será a costa de tejidos vitales. Este no es un estado deseable, por lo que nuestro cuerpo ralentizará el metabolismo para evitar su propia destrucción. Después de todo, el cuerpo tiene un instinto natural para sobrevivir.
Muchas personas que empiezan una dieta baja en calorías experimentan efectos secundarios, como fatiga, depresión, caída del cabello, piel seca, mala memoria o dificultades para concentrarse, cambios bruscos de humor, ciclos menstruales irregulares e inapetencia sexual. Con el paso del tiempo los síntomas empeoran y el cuerpo se debilita hasta que las enfermedades y alergias se vuelven frecuentes y las probabilidades de desarrollar una enfermedad degenerativa aumentan. Este deterioro puede ser rápido o lento, dependiendo de cómo sea de extrema la dieta.
Otro efecto secundario de las dietas bajas en calorías: cuando la gente se centra en reducir calorías, normalmente las grasas es lo primero que eliminan, debido a que tienen nueve calorías por gramo, en comparación con las cuatro calorías por gramo que tienen las proteínas y los hidratos de carbono. Puede parecer una elección lógica, pero no es buena. EL cuerpo atesora la grasa de los alimentos, que se utiliza para recubrir las células y es necesaria para infinidad de funciones del cuerpo. Tomar abundantes grasas saludables también sacia el apetito y previene los atracones de alimentos, por lo que reducir las grasas no hace sino dificultar los esfuerzos por perder peso. Eliminar las grasas naturales saludables parece agravar y acelerar todos los efectos secundarios anteriormente mencionados de las dietas bajas en calorías.
Por último, a la mayoría d ella gente le resulta difícil mantener una dieta baja en calorías y una vez finalizada la dieta, muchos se encuentran con que tienen que tomar menos calorías para evitar recuperar el peso de antes. Otros continúan con la dieta baja en calorías alcanzando, normalmente, un punto en el que se estancan y que les lleva a reducir aún más las calorías o a ejercitarse de forma excesiva para provocar le déficit calórico. El cuerpo siente aún más los efectos de la inanición y lucha contra ella. Llegado a este punto es habitual sentir que nuestros cuerpo trabaja en nuestra contra; y estamos en lo cierto. El cuerpo dejará de aferrarse desesperadamente a la grasa almacenada cuando deje de temer la inanición porque está recibiendo la alimentación adecuada.
La idea de ingerir cientos de calorías más cada día puede resultar inusualmente generosa para algunos, pero eso no significa que podamos comer de forma irresponsable. Lo más importante es asegurar se de que los alimentos que tomamos son naturales y ricos en nutrientes. Elegir alimentos enteros; el cuerpo sabe cómo utilizar estos alimentos para su propio beneficio. Tomar los alimentos en un estado lo más natural posible y utilizar prácticas tradicionales como dejar en remojo cereales, habas y frutos secos por la noche antes de comerlos o cocinarlos. Evitar los alimentos procesados como los cereales refinados, el azúcar, los alcoholes, el aspartamo, la sacarina, el glutamato de monosodio, los nitritos y los nitratos de sodio, y demás aditivos alimentarios, que dañan el cuerpo y evitar que los nutrientes reales se utilicen adecuadamente.
Es hora de replantearse la teoría de las dietas bajas en calorías. Es hora de darse cuenta de que el cuerpo no dejará de aferrarse a las grasas almacenadas hasta que reciba una nutrición adecuada, procedente de alimentos sanos y naturales. Es hora de dejar de resistirse a la comida y darse cuenta de que una buena alimentación es el único camino hacia la curación.
Fuente: Natural News